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ESTRAFALARIOS Y COMUNES – Arqueología urbana

Cuando la basura se transformó en arte

Por: Luisa Moscoso

Sagradamente, dos veces por semana, Mauricio Mesa recorre los bajos de la estación Prado del Metro de Medellín en búsqueda de lo que serán las partes de su siguiente obra. Este profesor y diseñador industrial plantea la reivindicación de objetos que para muchos son basura. Con guiños a la infancia y humor frente a la religión crea piezas únicas que alargan la vida útil de estos elementos, lejos de su función original. Conversamos con él sobre todo su proceso creativo, el cual empieza recorriendo la ciudad.

¿Cómo llegó la arqueología urbana a su vida?

Desde que estoy en la universidad me ha gustado recorrer la ciudad, pero reconociendo en ella elementos desde lo urbano. Gracias a mi cuñado me comencé a enamorar de eso que la gente llama basura, el momento cuando los objetos llegan a su fin último. Descubrí que muchos de estos elementos suelen terminar en los bazares debajo de los puentes. Luego de esto, tomé algunas piezas y las comencé a intervenir, a trabajar en ellas desde la iluminación. Con una sola excepción, mi proceso creativo es al revés. En diseño, por ejemplo, se empieza con la identificación de un problema, una oportunidad para crear, se plantean los requerimientos y ahí defines que vas a realizar para salir a buscar. En mi caso yo me encuentro con una pieza, la analizó, empiezo a trabajarla y en ese punto el proceso se puede quedar congelado por meses hasta que encuentre el complemento preciso para poderla terminar. Son los objetos los que me van diciendo dónde los debo integrar, entonces de ahí nació todo el asunto de la arqueología urbana y esta reivindicación de la estética del diseño. Yo soy solo el intermediario, pero a la hora de la verdad el arte se crea con lo que me va diciendo la calle, de eso se trata este concepto.

¿Cómo es su proceso creativo para realizar una obra?

Es un asunto más bien raro donde el proceso es lento, en este momento por ejemplo tengo nueve trabajos empezados y tengo una lista en mi billetera de cosas que necesito, entre las que está un  tetero de vidrio, 90 globos oculares y unas bicicletas antiguas de los 70. Por eso, voy a recorrer los bajos de los puentes mínimo dos veces a la semana, en esas visitas es que yo veo las cosas y digo definitivamente esto es lo que necesitaba para completar una pieza. Yo no salgo a planear el objeto, el objeto me planea a mí. Además, generalmente cuando encuentra una pieza no la limpio, no le sacó brillo, me interesa que tenga la evidencia del paso de los años. Me gusta que el material tenga dignidad, lo que está oxidado lo dejo oxidado o rayado. Si tengo que poner un tornillo, no compro, sino que utilizo uno de otra pieza. Yo busco reivindicar esos materiales.

¿Qué papel tiene la luz en sus obras?

Yo no hago lámparas para que la gente lea, no, yo hago efectos de luz. Hago cosas con la sombra, no me interesa el objeto que ilumina, sino la iluminación como tal. Me centro en el efecto que la sombra  puede crear. La luces y sombras hablan y para mí esta última es fundamental. Mi lámpara no va a servir para leer, se trata de otro asunto completamente distinto.

¿Cómo utiliza el color en sus obras?

Hay cosas que me gusta exagerarlas desde el color. Por ejemplo, yo le mamo mucho gallo a la religión, me parece que tiene elementos muy Kitsch, eso da entrada a exagerarlo todo y ponerle unos colores rimbombantes, lo mismo que con los juguetes infantiles. Esas piezas de color son precisamente las que dan los rompimientos, porque por ejemplo vos tenés una lámpara completamente negra o plateada y le agregas tres astronautas, dos rojos y uno amarillo y con eso se completa la idea.

¿Qué importancia tiene el recorrer la calle al interior de sus obras?

Como vienen teorizando varios autores desde hace décadas, la calle se debe recorrer desprevenidamente. Para mí es un asunto completamente mágico,  es olor, sabor, textura y color. Esta sociedad no se puede negar a cosas como los bazares de los puentes, sería un error gravísimo, se deben reivindicar esos pedacitos de tela donde está retratada la sociedad de Medellín. Allí podemos encontrar un dildo, al lado de una virgen, al lado de una foto familiar y al lado de un juguete. Es una cosa brutal, un punto de inclusión social en donde converge la basura de todos los estratos. Ya reivindicamos la prenda de segunda ¿Por qué  el objeto de segunda no se puede reivindicar? Para mí lo que mucha gente llama basura, es ese vestigio de lo que nosotros somos como sociedad y se encuentra precisamente en esa economía popular de la calle.

Este artículo pertenece a la edición Nº10 de nuestra revista

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