
MODA – DE HILO A TELA

Por: Esteban Arenas
Aunque una aguja podría sonar dolorosa, contra el cielo del corazón de Medellín se erige un edificio que se ha convertido en un símbolo seguro para describir a la ciudad, no solo por su ubicación estratégica para desplazarse en el centro de la urbe, sino también por su representación de la tradición textilera de la región. El edificio Coltejer marcó un antes y un después en la identidad de la región y un referente mundial para hablar de moda y todas las áreas que se unen en ella.
Una de ellas es la lavandería, aquella que a partir de procesos químicos, logran colorizar prendas en todas sus formas y usos: desde lencería, ropa formal e informal y finalmente, uno de los fuertes más importantes de la región: el denim. Aquel tejido de algodón o de distintas mezclas y variaciones del mismo, conocido por sus propiedades utilitarias u popularizado en el siglo 19, en el oeste norteamericano, llegaron a mitad del siglo 20 a las montañas antioqueñas para quedarse, con productoras técnicas y creativas que se han dedicado a seguir forjando el nombre de Antioquia como una potencia textilera en Latinoamérica, al lado de países como Brasil y México.
¿El secreto de esta historia? El clima juega a favor. Por fortuna o no, el valle de Aburrá cuenta con municipios aledaños a la ciudad que se prestan a la perfección para las lavanderías que se han convertido en referentes locales y globales de calidad para marcas tanto de pronta moda como de lujo, logrando así mantener una tasa de empleo estable, en especial para familias rurales.
Y más allá de su importancia económica y de mantener viva la vibrancia de las tendencias en la moda, lo más fascinante es la experiencia del día a día de estas “lavanderías azules”. La metamorfosis por la que pasan las materias primas para llegar a aquel jean o chaqueta que usamos día a día es más que fascinante. Materias primas que se torsionan, se peinan y se tiñen de manera individual, siguiendo un poderoso compás maquínico que se convierte en el acordé fundamental para crear una polifonía que llevará por nombre denim.
Una tela, cuya producción colombiana se ha convertido en potencia mundial y de alto impacto global, y que cuyas raíces de remontan a la Francia del siglo 18, en donde era producida una materia prima llamada ‘Serge de Nimes’. Esta tela se conocería, con el tiempo, como Denim, cuando al cruzar el Canal de la Mancha, se convirtió en la contracción lingüística en inglés del nombre de la tela hecha en Nimes: serge DENIMes.






En la actualidad, según el reporte anual del Global Denim Market Production and Compsuntion, se producen en el mundo alrededor de 7.3 billones de metros de denim por año; suficiente tela para hacer “54 billones de jeans”. Medellín y sus extensivas lavanderías hacen parte de esto.
La historia continúa. En las arterias de la historia del denim, está la ciudad, cuyo edificio en forma de aguja, aquel conocido Coltejer, de cierta forma recuerda, que en Medellín se encuadernan distintas páginas de las que está conformado el libro de este icónico pantalón y de sus variables en prendas listas para usarse cualquier día. Y entre urdimbres, tejidos y teñidos, puntada viene y puntada va.
Este artículo pertenece a la edición Nª13 de nuestra revista
